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viernes, 21 de diciembre de 2012

El valor de la enseñanza





El valor de la enseñanza al estilo Zen
(Adaptación de un refrán Zen)

Saludos estimados lectores:

Con estas fechas decembrinas, el espíritu siempre busca historias que lo conforten y lo hagan sentir en estado óptimo. Pues bien; en este día les contaré la historia del maestro Zen "Cillo" y su alumno el pequeño saltamontes, en una reflexión que tiene razón de ser en enseñar a un hombre a ser provechoso en la vida y auto suficiente. Espero sea de su agrado.

Caminaban por el margen del río un maestro Zen de nombre "Cillo" y su alumno el cual recibía por sobre nombre "pequeño saltamontes", éste último con el estomago vacío. Aún cuando era muy joven y carecía de muchos conocimientos, su espíritu lo mantenía firme en seguir a su maestro en la enseñanza de la vida.


"Maestro Cillo: ¿A que hora pararemos para comer? ¡tengo mucha hambre! fue la exclamación del pequeño saltamontes, ¡Mantén el paso, ya casi llegamos al destino! fue la respuesta del Maestro Zen. El alumno sólo encogió los hombros, no podía pensar más allá de la exigencia de su estómago.

Una vez llegado al punto, el alumno fue requerido a encender una fogata mientras el maestro preparaba la caña de pescar con su mejor anzuelo y señuelo. Acto seguido; "Cillo" lanzo la cuerda al río y llamó al saltamontes para decirle las siguientes palabras:

"Siempre debes escoger tu mejor anzuelo y señuelo, no olvides dar la suficiente cuerda para que llegues lo más adentro del río que es donde están los mejores peces".

El pequeño saltamontes prestaba atención a medias, su estomago gruñía por el alimento del día y asintió con la cabeza aún y cuando el maestro siempre era el encargado del pescar. Por fin, luego de un par de horas (muy largas para el alumno) lograron pescar el sustento día y continuar con sus labores no sin antes compartir el alimento previa meditación de los sucesos del momento.

La misma historia se repitió un par de ocasiones, el pequeño saltamontes aún no entendía la enseñanza de su maestro, en su interior pedía a gritos que su maestro fuera más allá de simple repetir las palabras previas y lo adiestrará en los cánticos y otros menesteres de la vida.

Cierto día, Cillo sin previo aviso partió sólo en el camino Zen y dejó sólo al pequeño saltamontes, ¿Cuál sería la sorpresa del alumno al verse desamparado sin la guía de su maestro? y peor, ¿sin el sustento diario?. Saltamontes salió a buscar a su maestro al margen del río en vano, sólo encontró la caña de pescar y una nota que decía: Para mi alumno.

El hambre y la desesperación hicieron reaccionar al alumno y dejó la carta para después, alimentarse era primordial y recordando las palabras de su maestro: "Siempre debes escoger tu mejor anzuelo y señuelo, no olvides dar la suficiente cuerda para que llegues lo más adentro del río que es donde están los mejores peces" se dispuso a lanzar la cuerda lo más adentro del río y sentarse a esperar una vez encendida la fogata.

Para su sorpresa, la espera no fue larga y sacó un pescado aún más grande que su maestro lo que lo llenó de felicidad, lo preparó y dispuso al fuego para calentar su estomago con el alimento. Una vez sufragada la necesidad básica, tomó la carta y con lagrimas en los ojos descubrió la enseñanza final de su maestro:

"Si quieres que un hombre se alimente un día, dale un pescado, si lo quieres alimentar toda su vida: enséñalo a pescar"...


Moraleja
Como maestros en la vida, debemos enseñar a las nuevas generaciones la técnica que los llevará al éxito, lo demás depende de ellos.

Muy atentamente

CPC y MI Juan Gabriel Muñoz López
Consultor
twitter: @gabriel_fiscal


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