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lunes, 24 de junio de 2013

¿Que quieres que haga por ti?... ¡no me tapes el sol!...



Cuando Alejandro Magno conoció a Diógenes.

Reflexión de humildad

Estimado lector:

Corre unas cuantas centurias antes del nacimiento de nuestro Señor, Alejandro Magno, el gran conquistador, señor plenipotenciario de Asia Media y lejana, está encumbrado. 

Bajo su liderazgo, provincias fueron beneficiarias de las tradiciones Helénicas, forma de vida, cultura, tácticas militares, en fin, todo lo tenía en la palma de su mano.

Del otro lado de la historia, el sabio filósofo Diógenes, excéntrico, pragmático, desnudo, disfruta de los placeres sencillos de la vida, no tiene ropa, lo cobija su pasión por las cosas sencillas de la vida, podría decirse que era desadaptado social según costumbres de la época antigua y en la moderna seguramente también.

La reunión de los dos personajes de la vida Helénica tiene lugar en un punto de máxima y mínima según lo veamos a los ojos de los mismos, Alejandro todo lo tiene, sus órdenes tienen repercusión en la vida de todos y Diógenes su filosofía y sabiduría lo definen.

Alejandro quiere conocer al sabio griego y la cita con el destino así lo dispone, acto seguido, con arrogancia Alejandro le dice: sabio Diógenes, haz de saber que bajo mi mando, el Asia vive y respira bajó la tradición macedonia y griega, pide lo que quieras de mí, seguro podré darte gusto sin problema alguno.

Diógenes quien desnudo se encontraba tirado en el piso, le espetó: ¡No me tapes el sol, no me dejas disfrutarlo!...

Pues bien estimado lector, ¿cual creen que sería la lección de aquel sabio hacia el conquistador? sencillo: ¡Humildad!.

Es conocido que los seres humanos en muchas de las veces nos vanagloriamos en mutuo propio de nuestras hazañas, conquistas, logros y lo gritamos a los cuatro vientos sin darnos cuenta que incurrimos en una actitud pedante, prepotente y que se aleja del gran ejemplo que le propinó el sabio a Alejandro.

Dejemos en la sabiduría de los demás que se reconozca o no el mérito alcanzado. Al final de cuentas, lo que más importa es la satisfacción de dejar huella siendo humildes sin solicitar nada a cambio, de lo contrario, muchos Diógenes modernos seguramente se encargarán de aterrizar nuestros pies nuevamente en el suelo.

Espero que haya sido de su agrado.

CPC y MI Juan Gabriel Muñoz López
Consultor
twitter: @gabriel_fiscal

jueves, 13 de junio de 2013

Nunca juzgues a un libro por su portada




Estimado lector

Te regalo en éste día una reflexión que nos ayudará a no apresurarnos a opinar -y menos en forma negativa- sin tener conocimiento de causa. Inmerso en la reflexión están los valores de Tolerancia, aceptación, respeto y crítica constructiva. Espero sea de su agrado.

Cierto día, dos jóvenes que iban sentados en el transporte público y opinando de todo lo que sucedía a su alrededor (criticando) se percataron que subieron un señor adulto y un joven un poco más grande de edad que los dos primeros.

El joven que acompañaba al adulto a ojos de estos mozalbetes parecía un poco raro ya que su comportamiento no era normal para su edad y basaban su comentario crítico en lo siguiente:

El joven veía pasar carros y le decía extasiado a su padre: ¡Mira papá, un carro!, ¡mira papá un ave! ¡Que edificio tan grande! ¡Oh, un puente papá, un puente!.

El par de adolescentes se burlaban con cada exclamación del otro joven.

El padre observo la actitud de ellos y les comentó: para ustedes la actitud de mi hijo puede resultar estúpida o fuera de contexto, sin embargo, les comento que mi hijo nació ciego y gracias a los avances de la medicina moderna es que se le brindó la oportunidad de observar por primera vez las maravillas que tiene la vida, aún y cuando sean monótonas o sin sentido alguno para todos nosotros.

Los adolescentes bajaron la cabeza, era tal su verguenza por su comportamiento que no atinaban a mirar a los ojos al padre del joven. Este último remató la situación con éstas palabras: ¡Nunca se juzga un libro por su portada, que tengan un buen día!.

Estimado Lector:

En la vida diaria, se es muy dado por la mayoría de las personas, apresurar sus comentarios respecto de sus semejantes o situaciones en particular, muchas críticas apresuradas le impiden al ser humano conocer al verdadera esencia de las cosas o de sus semejantes.

Debemos ser ecuánimes en nuestro actuar y sobre todo, darnos la oportunidad de conocer debidamente y con el respeto que se merece cada persona, cosa, situación, etc., que se presente ante nuestros ojos.

Quien sabe apreciar la verdadera esencia de la vida; lejos de prejuicios, distingos, o críticas infundadas, habrá permitido el crecimiento interno de su ser. Abramos los ojos.

Saludos cordiales

CPC y MI Juan Gabriel Muñoz López

Twitter: @gabriel_fiscal

Fuente de imagen: www.images.google.com